EL RETO MÁS GRANDE PARA LAS UNIVERSIDADES ES SUPERAR LA SUPERFICIALIDAD DE LA ‘PRIMERA VISIÓN’ DE LA ARQUITECTURA Y TRANSMITIR QUE ES UN OFICIO QUE REQUIERE TIEMPO Y UNA PROFUNDA DEDICACIÓN PARA SER DOMINADO
“Hay una aproximación a la arquitectura muy superficial, más superficial en todo caso, a lo que ocurría hace 40 años”, advierte Mario Bragagnini, reconocido arquitecto y docente, cabeza de Bragagnini Arquitectos, a quien la arquitectura siempre acompañó desde niño. Las conversaciones con su padre marcaron los cimientos de su carrera. “La idea de que mi padre quiso ser arquitecto de alguna forma se enraizó en mí”, recuerda. Así, al terminar el colegio, creyó tener claro su camino.
Pero bastó un ciclo de ingeniería industrial para darse cuenta de que lo suyo se guiaba por la mística del diseño desde un lado más libre. Menos práctico. Más soñador. Su decisión por la arquitectura se afianzó con el curso de geometría descriptiva, un espacio donde el entendimiento del volumen a través del dibujo abría un universo de posibilidades. Según Bragagnini, este curso tenía el poder de unir o de deshacer a toda una promoción. “Fue uno de aquellos cursos en que la ves o no la ves”, comenta.
Desde 1999, Bragagnini ha forjado su propio legado como docente de arquitectura, dedicando su pasión y experiencia a las nuevas generaciones.
EL ALMA HUMANISTA DE LA ARQUITECTURA
“La arquitectura es una disciplina profundamente humanista”, dice. En ella convergen las letras, la ciencia y el arte. En su práctica profesional, se ha enfocado en el diseño de viviendas multifamiliares, una especialidad que le ha permitido dejar una huella tangible en la ciudad.
“Uno de los principales problemas que enfrenta la arquitectura hoy es la superficialidad, impulsada por la infodemia”. Bragagnini subraya que el mayor desafío para las universidades es superar esta banalización y ayudar a los estudiantes a comprender los límites conceptuales de la carrera.
LA DICOTOMÍA ENTRE LO ANÁLOGO Y LO DIGITAL
“En ese momento lo ves como una revolución que, digamos, solo tenía ventajas”, explica sobre la llegada de la tecnología a la profesión, que disparó la productividad. Sin embargo, visto en perspectiva, “aunque la tecnología no deja de avanzar y sus límites aún no están claros, la forma en que el oficio se diseña y se pone en práctica es irreemplazable. La arquitectura, en su esencia, fusiona lo racional y lo irracional, y su conexión con el arte es una de sus características más importantes”.
LA MÍSTICA DEL OFICIO: MÁS ALLÁ DEL ARTISTA
Bragagnini posee una octava edición de 1891 del Tratado práctico elemental de la arquitectura o estudio de las cinco órdenes, de Jacopo Vignola –o Vignola a secas– obra fundamental que le sigue sirviendo de guía. A partir de los referentes clásicos, la experiencia profesional y las vivencias de la docencia se genera una mirada crítica a la formación de las nuevas generaciones: la mayor dificultad para las facultades de arquitectura está al definir cómo orientar su enseñanza.
¿COMO CIENCIA, ARTE U OFICIO?
Para Bragagnini, la respuesta está en el equilibrio, con un claro énfasis en la práctica y la imitación. “Se debe ver al arquitecto como un coordinador, no como un artista en el sentido más clásico”, afirma. “El trabajo del arquitecto abarca más que solo diseñar; implica una sensibilidad que se educa, un conocimiento que se adquiere con la práctica y una visión que conecta lo racional con lo irracional”.
Bragagnini enfatiza que la mística es fundamental en la arquitectura.Recuerda sus años de estudiante como el de un ambiente de competencia amistosa y “fuego interno” que empujaba a todos a ser mejores. Esa
mística, dice, es la base de la verdadera innovación. “No se puede innovar sin
antes dominar el oficio”.
EL CONTRASTE DE LIMA MODERNA
Para Bragagnini, la mejor arquitectura se encuentra en la Lima moderna, la ciudad que se desarrolló en el siglo XX, desde el Callao hasta Chorrillos. “La innovación debe estar relacionada con la sociedad y la técnica de cada momento”, dice. Por ejemplo, señala la influencia de Le Corbusier en el diseño de la Residencial San Felipe, “el gran experimento modernista de la Lima de los años 60, aunque las ideas de Le Corbusier databan de los años 20”.
Al hablar de Chorrillos, distrito donde reside actualmente, su tono se vuelve más íntimo. Lo describe como un distrito “muy sufrido, un mosaico de contrastes donde la tradición convive con las invasiones y migraciones que han marcado su crecimiento”.
Bragagnini señala que en este espacio se respira una coexistencia visible entre las clases sociales más distantes.
“En la actualidad, el reto más grande para las universidades es superar la superficialidad de la ‘primera visión’ de la arquitectura y transmitir que es un oficio que requiere tiempo y una profunda dedicación”, concluye.
“Se necesitan profesores que combinen la teoría con la práctica, capaces de enseñar que la arquitectura no solo se trata de diseñar edificios, sino de construir el futuro de la sociedad”.